
J iirb a Je segadores se compone geperalmenle Je la
geute mas ociosa y vagamunda de las P r o v in c ia l, qU9
por aquel ü em p o ahmdonan sus casas y Pueblos para
dedicarse a e s t e o f ic io .
« u l th o d e l A n o x de l i v r a s allas, 6 de Secano. E l ar
l ° z que se siembra en tierras allas, requière mu. ho
mas trabajo que el de las tierras anegadizas; pero es
preciso pasar por e llo, porque estas no son de mucha
extension. Tienen que arar la lierra très d euatro ve-
e s , e„ acei les terrones con una e specié de rastro, y
iuego que ha nacido e l arroz hasta que tiene casi dos
cuartas de a lto , escardarlo â lo menos dos y e c es, por-
que en este pais por poCo que se descuiden, se llen a
immediatamente el terreno de toda especfe de yerïris
que ahog.in los arrozaîes. El tiempo de siembra que
se ace esparciendo el arroz, como en Europa el trigo
se egacuta en Mayo, 6 antes si llu ev e , y la siega se
• suele concluir por Noviembre.
Las operaciones de la siega y recoleccion del arroz d e '
secano son las mismas que las de las tierras de agua
y es de advertir, que el arroz de secano rarisima v e z
lo siegan con hozes, al p as0 que lo hacen c o n e lo t r o
con m a s frecuencia, y la ra?on que dan los Indios
, f ' P°r<ï ue SeS >ndolo con ho zes se cae mucho grano
o que no sucede, dicen, cogiendolo espiga por espi-
g a , porque los granos en el arroz de tierras altas na
adhzeren â la espiga tan fuertemente como los del ar
r o z de agua. Yo no tengo d ificu ltad en créer lo; pero
ambien séria malo en caso de que se segase, el trasla-
% T mUchas veces Jos manojos 6 removerlos s in nece-
sidad, y convendria trillarlos por montoncitos: y si con
la siega con hozes se desperdicia tanto grano ^ cuanto
no se perdera en el norte Je Hoc os, en donde
he v isto con mucha laslim-a cargar sobre cab.tllos, va -
cas y bufalos los atados de arroz desnudos, para con-
ducirlos de unos Pueblos â otros ? E l instrumente con
que corlan el arroz espiga por espiga, es de tan extrana
construccion, que pocos Europeos pienso yo que alina-
rian con su manejo, aunque se les pusiera en las manos.
Es una hoja estrecha de acero, cuyo corle es un seg-
m ento de circulo, y por el lado 6 canto opuesto tien e
la figura de la sh o ja s, que los Botanicos Hainan lunu-
ladas. E l angulo pues que se halla en el canto opuesto
al corte, se mete en un palito pequeno que queda
formando angulos reclos con e l cuchilio. Empunando
ahora e l p a lito , sobresale precisamente e l corte por
de fuera entre los dedos anular y del medio , y co g i-
endo una espiga con el indice se empuja la mano contra
la mis ma espiga para que e l cu çh ilïo la corte. A
este raro instrumente le llaman ya ta p .
Cultiva d e l A r r o z d e tierras de secano recien abier tas ,
E n Las tierras ordinarias de secano, la co sech a d e l
arroz sera como de treinta por uno, segun lo que he
podîdo averiguar de los in d io s, aunque otros me han
dicho que se cogen hasta cincuenta por uno. En las
tierras anegadizas la cosecha v ien e â ser lo mismo. P e ro
en las tierras de secano que de bosques se transfor-
man en sementeras, la cosecha es asombrosa, porque
con e l deshoje continuo de los arboles que las cu bren,
han llegado â adquirïr una capa gruesa de tierra negra,
por la cual el arroz extiende sus raices con mucha fa -
cil idad, demodo que da una medida que se llama Chu*
pu, se recoge un caban de arroz y en esto van c on fo r mes
las relaciones de los indios. Una ehùpa es