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multiplicado hasta 530. Cultivan un término de media hora entre los de Benicar-
IÒ y Ce r v e r a , y de dos entre los de Peñiscola y San Jordí , y ademas buena porcion
de campos , que adquirieron de los términos vecinos. Las necesidades, que se
aumentan al paso que la poblacion , y mas aun la loable aplicación de los naturales
, les forzó á cultivar quanto poseen, á excepción de algunos pedazos, donde la
multitud de peñas y lo descarnado del suelo presenta obstáculos invencibles. No
hay riego alguno , y los campos son por lo regalar de poco fondo , los quales para
pagar al dueiío los trabajos, necesitan de freqüentes y oportunas lluvias , que no
siempre se veriíican. Las frutas son sabrosas, y especialmente los albaricoques pueden
competir con los mejores del reyno. Los de Cal ig cogen en su térniino 3©
arrobas de higos, sin contar una grande cantidad que consumen frescos ; 1600 de
aceyte unos años con otros, l o S de algarrobas, 40© cántaros de v ino , 60 libras
de seda por ser corto el número de moreras, mas de 1600 cahices de trigo,
varias legumbres y hortalizas. Las producciones de los reynos mineral y veget.il
son casi las mismas que en Cervera.
ARES, VILLAFRANCA , BEN AS AL , CULLA CON SUS ANEXOS,
r ABS^NET^.
99. Hasta aquí hemos visto la mayor parte del Maesnrazgo de Montesa ; resta
la occidental, y para describirla con algún orden comenzaré por la villa de
A r e s , que cae al poniente de la de San Mateo. El dilatado espacio que entre ellas
media no presenta mas que montes y barrancos, por lo común incultos, en donde
pacen los ganados. Desde que empieza el término de A r e s , que podrá tener
como cinco horas de norte á sur, y tres de travesía, se levantan los montes i mayor
altura , desaparece casi de todo punto el cul t ivo, y se aumenta la aspereza.
Forman aquí los montes una cordillera hacia poniente , y aunque reunidos por la
base y dos terceras partes de su altura, continúan despues separados como conos
truncados dexando llanuras en la cumbre. A estas llaman en el reyno muelas, y
entre todas se distingue la nombrada de Ares. Me detendré aquí algún tanto para
dar varias observaciones sobre la posicion , naturaleza y origen de los montes que
he visitado. Lo s mas altos son sin duda Ay t ána y Mariola, situados en la parte meridional
del reyno, y Peñagolosa en la septentrional. N o sé que hasta ahora se hayan
medido sus alturas, pero me persuado que la mayor no llegará á mil toesas sobre
el nivel del mar. En todos crecen plantas hasta en la misma cumbre , y en nint^uno
se conservan las nieves en verano. Se encuentran diferentes géneros de piedras
en el reyno , pero en general se puede decir que los montes son calizos , y que sus
bancos mas ó ménos visibles están inclinados, nunca perpendiculares, y pocas v e -
ces paralelos al horizonte. Las cuestas suaves miran por lo común al nordeste ; se
levantan poco á poco hacia d sudueste hasta llegar á su mayor altura, y allí se ven
escarpamentos, esto e s , cortes perpendiculares, precipicios y derrumbaderos que
. horrorizan. Lo s montes del reyno tienen entre sí cierta union que apenas se in-
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tcrrumpc : forman cordilleras que en la parte septentrional corren de norte á me -
diodía , en la occidental de sueste á norueste, y en la meridional de poniente á
oriente , prolongándose algunas de las últimas hasta dentro del ma r , donde forman
los cabos de San Antonio , de la Na o y Toig. Dexan corto número de llanuras
respecto á la extensión que abrazan, bastantes val les, y muchísimos barrancos,
tanto mas profundos , quanto son mas altos los montes inmediatos. Si de la cumbre
de uno de estos montes mas elevados se observa la multitud de los que tiene
al rededor , aquel dilatado espacio presenta la idea de un mar agitado , en donde
las olas y los surcos se suceden sin internipcion ; de modo qife concibiendo llenos
los barrancos parecería el todo una superficie con ligeras desigualdades. Co n las
freqüentes lluvias que se han sucedido por tantos siglos , se alteró y degradó la antigua
forma de los montes; quedaron las cumbres descarnadas y sin tierra! se rompieron
los bancos , y se dilataron sucesivamente las bases i baxáron con las aguas
las repelidas pérdidas de los montes , y se descubrieron desde la cumbre de los mas
altos hasta las raices mas profundas varios cuerpos orgánicos que estuvieron ocultos
i mucha distancia de la antigua superficie. Entonces se manifestó la posicion y
grueso de los bancos , la marga que muchas veces los separa , la multitud de conchas
ó trituradas ó en fragmentos y con freqiiencia enteras , la transformación en
fin de masas sólidas y continuas en polvo y tierras de diversas especies.
100. Quando la cumbre de algún monte se halla casi paralela al horizonte,
los bancos y capas de que se compone hasta las raices guardan el mismo paralelismo.
Ta l es el estado de las montañas de A r e s , sobresalierrdo la citada muela de
su nombre. Truncada la cima presenta una llanura de media hora de largo , y un
quarto de ancho con corto declive hácia el nordeste. Por todas partes limitan su extensión
cortes casi perpendiculares de quince y veinte pies de altura , que forman
j rededor lo que llamo cintos : apóyanse estos cintos ó murallas naturales sobre
bancos que sobresalen algunas varas , cuyos bordes sirven de término hasta donde
suben otros cintos inferiores , que descansan sobre bancos de mayor diámetro : continúan
asi las graderías hácia abaxo sin parecerse unas á otras , hallándose algunas
muy inmediatas entre s í , y de fácil acceso. E n cada cinto se descubren varios bancos
de piedra separados por capas de marga. Var ía la piedra en dureza y colores;
hayla de un azul claro , de color de rosa con pintas blanquecinas y brillantes, y la
mayor parte caliza , entremezcladas con freqiiencia algunas arenas. E l paralelismo
de los bancos, el hallarse en todos el respectivo grueso siempre igual por toda su
extensión , la interposición de capas margáceas que los separan , su naturaleza caliza
y los fragmentos de conchas que cont ienen, prueban que se formaron con
quietud en el fondo del mar. Las aguas del diluvio universal aunque cubrieron la
cima de los montes, no pudieron formar aquellos en quienes reyna el paralelismo
que hoy vemos. Pudieron venir con las aguas muchos testáceos, reproducirse y perecer
en aquel nuevo sudo ; pero al retirarse las aguas quedarían sus cadáveres y
conchas en la superficie de la tierra, y no enterrados á veinte, treinta y mas pies, como