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Subí á aquella altura para ver el espectáculo que dio la naturaleza en i d e Oc tu -
bre de 1 7 9 1 despues de un diluvio de tres días. Apena s entré en el valle vi que
la montaña opuesta de Puigmola brillaba por las anchas cascadas que desde mu y
alto se precipitaban : los c aminos , los campos y casi toda la superficie rebosaba de
aguas, que por varias sendas corrían á los sumideros, formando unas veces saltos,
y otras remolinos. Distinguía entre los sumideros el llamado de la Doncel la siempre
abier to, que empieza por un bar ranco, en cuyo fondo se descubre una grande
peña casi en arco , y debaxo de esta una boca de doce pies de diámetro , por
donde entraban y desaparecían las aguas. L o s caños de la copiosa fuente de Pui g -
mola salian con tanta fue r za, que saltaban á mucha distancia de la concha desuñada
á recibirlos, y las cristalinas aguas despues de serpear por los verdes prados
formaban vistosas cascadas en todos los ángulos del pequeño edificio de la fuente.
E l movimiento de tantas aguas daban nueva vida á los vegetales , que por todas
partes cubrian lo inculto. Desplegaban allí sus hermosas ñores el narciso tardío , la
cebolla albarrana, el cila de o t o ñ o , el antirrino con hojas de ma y a , y el teucrio
iva j otras plantas que hablan florecido estaban aún verdes y lozanas. Mu y cerca
de la fuente hay un col lado, que es el término del valle de Ba r i g , por la parte oc -
cidental } allí se reúnen las faldas del T o r o y las de Pui gmo l a , estas sembradas de
cantos y quebradas ; las del T o r o , que son en parte terreas, se cultivan y aprovechan
en sembrados : sígnense luego barrancos mas anchos y profundos á medida
que se camina hacia poniente hasta formar el valle de Bar che t a , y terminarse úl -
timamente en la hondonada del Puig.
160. Cont inúan los montes como dos leguas desde la fuent e , y por ellos ba -
xa el camino de herradura á San Fel ipe : casi todo está inculto por lo ingrato del
suelo , y las freqüentes peñas descarnadas ; hay no obstante algunos viñedos , hi -
gueras y sembrados en las cortas llanuras contiguas á los sumideros esparcidos por
aquel recinto. El T o r o sirve de muro septentrional á los barrancos y valle de Bar -
cheta ; el meridional se compone de la serie de montes que desde Puigmola siguen
hasta la huerta de San Fel ipe , y al fin torciendo algún tanto hacia el mediodía
vienen á unirse junto á Geno v é s con Serra grosa y los montes de Benigánim. En
aquellos barrancos y á una legua de la citada fuente están las canteras de BuLxcarró
^, famosas por la variedad , abundancia y hermosura de sus mármoles. Vistas
de lejos semejan un gran castillo arruinado por los vivos colores y cortes que resaltan
sobre lo pardo del monte y matas que allí crecen. Pasa por las raices un
barranco, cuy o fondo está Heno de escombros que dexan los canteros , y baxan
con las aguas : allí se ven confusos los colores amar i l lo, bl anco, roxo , pardo y rosa.
L o s bancos marmóreos están casi horizontales, y empiezan á beneficiarse á la
altura de 40 á 60 pies del barranco : son tan grandes y sól idos , que dan piezas
I El Sefior Bowles al hablar de esta cantera en
la pág. 100 de su obra se contentó con de c i r : „ A
„tres leguas nordeste de San Felipe hay una mon-
„tafía muy alta toda de mármol sin raja alguna de
„tres especies blanco pál ido, roxo y amar i l lo, y
„todas tres reciben muy buen pulimento."
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para columnas de 30 pies sin la menor imper fección, á no ser que algunas veces
varíen en lo v i vo del colorido. L o s bancos inferiores suelen ser de color pardo d
aplomado : vistos en bruto parecen greda endurecida ; rotos presentan un grano fino
y nada áspero } se trabajan con faci l idad, y reciben un pulimento admirable.
Este es el solo mármol de Buixcarró , á quien falta el carácter común á los de la
cantera, esto e s , el entretexido de venitas que se parecen de algún modo á las
mallas de una red. Sobre los bancos pardos , y mas comunmente sobre peñas bastas
, descansan sin orden los de otros colores, que se tocan y confunden muchas
veces. L o s de color de c arne , d bien de un rosado t ierno, tienen doce y mas pies
de grueso, son de un grano fino y compacto , y admiten perfectamente el pul i -
mento. Estos se llaman por antonomasia mármol de Buixcar rd, y se prefieren pa -
ra adornar los templos y las casas. Apéna s se verá en Valencia ni en todo el r e y -
no obra alguna de mármoles , donde no brille este entre otros preciosos. N o es de
menor mérito el amarillo , cuya superficie tersa y brillante por el pulimento es de
color de y ema de huevo sembrada de venitas encendidas. De l blanco hay dos
suertes graciosas : la mejor se halla en bancos que alternan d se mezclan con los
antecedentes, cuyo fondo es de color de queso ó leche con venitas sanguíneas j la
inferior d menos esdmada ocupa lo alto del cerro en hojas de poco grueso. El rox
o , que tira al color de ladr i l lo, suele despreciarse quando no tiene la solidez y
union que los otros. Y o lo he hallado perfecto en las canteras de Marchuquera. F i -
nalmente en aquellas canteras se ven algunos cantos de un precioso mármol c ompuesto
de zonas amarillas, coloradas, blancas y anaranjadas, el qual tiene alguna
semejanza con el verdadero alabastro , pero le falta la transparencia.
1 6 1 . L o s Romano s sacáron varias piezas de estas canteras : aun se ven allí
rastros de los cortes que ellos hicieron , aserrando las extremidades de las piezas
que necesi taban, sin hacer los roces que hoy se practican. N o es tan cierta la opi -
nion de los que pretenden , que varios monumentos que nos quedan de aquel
tiempo se hicieron de piedras de Buixcarrd por sola la semejanza de los má rmo -
les. Puede haber otros mu y parecidos á estos así en España como fuera de ella,
y los hay efectivamente en Italia , de donde se han traído algunas piezas. T a l es
una mesa enviada de Palermo por el Obi spo D. F r . Joseph Ga s c h , natural de la
Alcdra , que se conserva en la sacristía de los Mínimos extramuros de Valenc ia.
Acaso tendrán el mismo origen algunos de los fragmentos que hallé en las excavaciones
de Ca l p , particularmente los que se parecen al amarillo y rosa del Buixcarrd
en el c o l o r , grano y solidez. Solamente se beneficia la cantera en la parte
septentrional del cerro de su nombre ; pero corre y se extiende de norte á sur mas
de medía l e gua , y mas de dos de oriente á poniente. E n las raices meridionales
de la Cima de Al d a y a , donde está el llano de Machuque ra , se observan dichos
mármoles bl anco, amar i l lo, roxo y de color de carne , con las mismas venitas
romboidales que caracterizan á los del Buixcarrd : también se hallan al mediodía
de este cerro junto al camino que va de Bar íg á Pinét ; y todos estos puntos están
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