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jetándose e! arrendador á los aranceles , nunca puede sacar la mitad de lo que paga
por su arriendo ; y con todo eso hay mil pretendientes para el empleo , ciertos
sin duda que los fraudes y otras maniobras resarcirán con usura el exceso. Se ha
visto en ocasiones urgentes traer uno harinas para remediar las necesidades del pueblo
, vendiéndolas por menor , y no querer consentir el pesador en cobrar los derechos
adeudados en medio de allottarle á él el trabajo de pesar. Retrae esto los
concurrentes que irian á Vlnaróz á vender sus harinas , priva al público del beneficio
que le facilita la abundancia de vendedores, y este mismo pueblo es la víctima
de la codicia.
53. Desde las galerías que están sobre las capillas de la Iglesia Parroquial, fabricada
á toda costa y á prueba de bomba, se descubre un quadro delicioso por la
banda del norueste. Se presentan en primer término las huertas con aquella multitud
de árboles y producciones que las adornan ; y en el último los montes de Cer -
vera, Benifazá y Munciá, que parece apoyar al oriente sobre el mar. En la llanura
que se extiende hacia los montes se distinguen nes cerros elevados, el del Puig
de la Ña u hacia poniente , nuestra Señora de la Misericordia al norte , y entre estos
dos , aunque á mayor distancia, el Puig-vert ó Perengil. El rio Cervol baxa
por la punta occidental del cerro de la Misericordia con dirección á la parte septentrional
de la vi l la, y el barranco de Surrac pasa entre los otros hácia la meridional.
San Jorge se ve á lo léjos en las faldas del monte que se descubre entre
los cerros de Perengil y la Ñ a u , y últimamente Cal ig y Cervera quedan al sueste
casi en la misma línea.
54. Benicarló cae al mediodia de Vina róz , y dista cinco quartos de hora por
un camino llano y divertido. Casi á igual distanda de estas villas se atraviesa el ancho
cauce de la rambla de Cervera. Menor es el término de Benicarló, y el número
de vecinos ; pero en agricultura , fratos y riqueza lleva á Vinaróz una ventaja
conocida. N o hay tantos marineros, pero hay mas operarios, mas huertas y menos
luxo , y todos se ocupan en adelantar sus haciendas, y en multiplicar los frutos.
Quatrocientos vecinos tenia Benicarló al principio del siglo , y en el dia tiene mil
y trescientos , de los quales habrá como unos sesenta marineros. Los campos son
las verdaderas riquezas de este pueblo laborioso. Limitados por el corto término
de tres quartos de hora entre los de Peñíscola y Vina róz , y poco mas de una hora
desde el mar hasta los confines de Ca l i g , lo tienen todo cultivado. El suelo ingrato
y casi estéril por naturaleza se ve transformado en huertas que producen
quanto apetecen sus dueños : quatrocientos jornales de estas cercan la villa hasta la
orilla del ma r , sin mas aguas que las que á fuerza de caballerías sacan de los pozos.
Esta llanura hermosa, llena de casitas, plantada de toda especie de árboles,
sembrada de granos y hortalizas, es al mismo tiempo la delicia y las riquezas del
pueblo. Sacar copiosos frutos de un suelo fértil y abundante en aguas, es fácil y
común en el reyno ; pero competir con los terrenos mas favorecidos de la naturaleza
sin los poderosos auxilios que ella suministra, es digno de admiración y de
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elogios. Todos los merecen los de Benicarló si se examina y pesa el ímprobo trabajo
que les cuestan las huertas. Se halla el agua á bastante profundidad , y taladran
la tierra para robarle este tesoro : con estas aguas riegan los campos dia y noche
; trabajan á todas horas, tomándose muy pocas para descansar ó cobrar alientos
; nada omiten á fin de multiplicar las producciones, y darles pronta salida. Después
de las fatigas del campo caminan seis y mas horas á llevar la hortaliza y frutas
á San Ma t eo, Morella y otios pueblos vecinos, de donde vuelven á preparar
nuevos viages. Contribuyen infinito á este pasmo de industria las mugeres : compañeras
en las satisfacciones, lo son también en las fatigas ; y cuidan del campo
mientras que los hombres viajan, cogiendo fi-utos para disponer otras cargas. Cada
dia fabrican nuevas habitaciones: contentos con la simplicidad en casas y vestidos,
no dan lugar á la profusion ni al luxo. Creo que en esta villa llegó ya el aumento
de nuestra especie á quanto puede mantener no solamente el propio término , sino
también las porciones que cultivan en los inmediatos de Peñíscola y Cervera. El
cielo es hermoso y despejado en esta marina : las aguas son inferiores á las de las
montañas; pero no dañan aunque su gusto se resienta de las cercanías del mar. N o
hay sitios pantanosos ni marjales en los términos de Vinaróz y Benicarló, y por
eso se cultivan los campos hasta la misma orilla del mar sin que los árboles padezcan
, como veremos en Benicasim y Xábea. El comercio marítimo y la fábrica de
toneles ocupan á algunos que con sus trabajos contribuyen al aumento de riquezas.
Las de la agricultura se reducen á 225® cántaros de vino, i 8 o 3 arrobas de algarrobas,
2400 cahices de trigo, 1500 de ma i z , 4 o o de judías, 180 entre almortas
y habas, 450 libras de seda, 100 arrobas de l ino, 20 de cáñamo , de higos
, 1500 docenas de melones, 2oo0 arrobas de pimientos, i6oá) de todo gé -
nero de hortalizas, y ioo@ de otros frutos. ¡Qué pasmo de industria! ¡Cómo recompensa
el suelo las fatigas y sudores de los hombres ! ¡Qué exemplo presenta
Benicarló á la España entera !
55. Forma el mar una ligera curva desde Vinaróz á Benicarló, continuando
otra hasta el peñón casi aislado sobre el qual está formada la ciudad y fortaleza de
Peñíscola. En estas costas las olas por lo común baten contra un terreno duro,
pocas veces de piedra, y muchas de un hormigon endurecido , compuesto de chinas
, cantos y marga arcillosa roxa con algunas arenas. A fuerza de los repetidos
choques de las olas y de renovarse la humedad , se ablanda la base que sostiene el
cortezon y se descarna : presenta al principio hácia el mar excavaciones y cuevas;
cayendo despues al agua por su propio peso masas considerables. Mientras que estas
permanecen allí caidas, sirven de parapeto á las furias de las olas, y defienden por
algún tiempo la porcion con la qual estuviéron unidas; pero cediendo en fin quedan
expuestas á igual suerte las que en otros siglos exístiéron sin riesgo, y de este modo
va liadendo el mar lentas conquistas en la costa. A l examinar la naturaleza de este
hormigon, que fué sin duda efecto de las aguas y repetidas pérdidas de los montes,
se hace probable qae el mar aquí se extiende sobre la antigua tierra, y recompen