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1 7 5 . Muchas plantas se crian en el recinto que acabamos de ver c omo los
ancirrinos ma yor y o r onc i o , la caucálide de flores grande s , la margarita anua , la
ceriflor, la ancusa, el l i tospermo, el jazmín amarillo , el astràgalo epiglot i s , y
otras conocidas. Es mu y común la pica originaria de Amé r i c a , y connaturalizada ya
en nuestro sue lo, sirviendo para cercar los campos é impedir el paso á los ganados
; ahija mucho y se multiplica prodigiosamente en terrenos secos. Sus hojas son
todas radicales, anchas , gruesas, algunas de cinco pies de l a r g o , terminadas en
punta a g u d a , y armadas de espinas. De l centro de ellas sale un tallo rollizo con
algunas escamas al ternas, que en menos de dos meses adquieren medio pie de
diámetro, y cinco varas de al tura, terminándose por una ancha pirámide de flores
amarillas. L a s hojas se componen de fibras longi tudinales, firmes, blancas , mas
o menos sut i les, envueltas en un humor copioso de poca consistencia, y se benefician
de este modo . E n Julio y Ag o s t o se cortan las hojas junto á la r a i z , escogiendo
las intermedias por ser sobrado duras las de fuera , y demasiado tiernas las
del centro : se machacan sobre una pi edra, y se reducen á l ios , cada uno de doce
hojas, poco mas ó menos , atadas por la punta con un cordel. Ti ene el obrero preparada
una tabla en forma de plano inc l inado, en cuya parte superior hay una
punta de hierro para clavar el manojo. He c h o esto empieza á pasar sobre las hojas
una barra esquinada de hierro , apretando con fuerza para separar la parte xugosa,
y dexar sueltas las fibras desde la atadura hasta la extremidad inferior. Mu d a después
la atadura al extremo opuesto , clava otra v e z el ma n o j o , y renueva la presión
con la barra esquinada : así ya enteramente limpias y sueltas las fibras en toda
su longi tud , extiéndelas sobre cuerdas para que se sequen , y emplearlas después
en la fábrica de sogas y cordones. Estas fibras reciben con facilidad qual -
quier c o l o r , y de ellas se hacen los hermosos cordones y riendas que los caleseros
y labradores de la huerta de Val enc ia usan para los caballos. Pudiera perfeccionarse
este ramo de industria, y prepararse la mat e r ia, de modo que sirviese para
telas, y otras obras curiosas. E n Paris vi bor las , franjas y cintas de la hilaza de p i -
ta , que parecían de seda. Sacaba aquel fabricante de nuestra España la materia primera
; pero sabia el medio de darle cierta suavidad que no conocemos. L o mi smo
hacia con el espar to, planta abundante en el reyno de Va l enc i a , y que debiera
conservarse con mas cuidado que hasta aquí. H a y muchos pueblos en el reyno
que ó se mant ienen ó aumentan sus riquezas con las manufacturas del esparto : á
este deben su existencia y aún aumentos Mi l lares , Ar tana y Crevi l lente ; de este
sacan sumas considerables E l d a , L i r i a , Bé t e r a , Adsanéta de A l b a y d a , Vi l lajoyos a
y Al i cante ; este en fin alimenta muchos millares de indi v iduos , dando ocupacion
á los que por su e d a d , sus enfermedades , ó falta de vista son inútiles para otros
trabajos. Es ta planta preciosa y espontánea en el reyno desde Murviedro hasta Or i -
huela es menos común ho y dia que en el siglo pasado , no tanto por haberse reducido
á cul t ivo mucha tierra , quanto por el culpable descuido de las justicias de
los pueblos. Ha n permi t ido arrancar los atocho'nes de raiz para quemarlos en horm
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nos de cal y y e s o , para camas de los g anados , para estiercol y otras cosas que
pudieran y debieran suplirse de otro modo. Si se contentasen con arrancar las ho-.-
jas, que es lo que sirve en las manufacturas de espar to, lejos de perjudicar á la
planta le darían nuevo mot ivo de extenderse y multiplicarse. La destrucción de
las raices perennes, y de los tronquítos duros y rastreros casi á flor de t ierra, da -
ña y destruye la planta. Conv endr í a que el Gobi e rno prohibiese este abus o , y promulgase
aquellas leyes que pareciesen oportunas para conservar en el reyno este ramo
de industria y de riquezas.
1 7 6 . Bien sé que muchos quieren cohonestar este a b u s o , diciendo que les
falta la leña para los usos necesarios, y que por esto echan mano de lo que hallan
en los montes. Es cierto que en varias partes se experimenta falta de leña , y que
escasca en otras. ^Pero son culpables los que la padecen? ¿ N o hay otro recurso
sino destruir el espar to, y talar los montes? Detengámonos algo en un asunto tan
importante para remediar la necesidad , y cortar si es posible los abusos. He notado
en mis viages sumo descuido en la conservación de árboles y montes ; que el
abandono en estos ramos ha llegado al colmo , y que pide un remedio pronto y
eficaz. Quieren algunos atribuir la escasez de leña al increíble aumento de población
que se observa en el reyno de un siglo á esta parte ; y dicen con verdad que
los vecinos para sustentarse han reducido á cultivo porciones inmensas antes eriales
, y que han talado en otras los vegetales para alimentar los hornos , dexando
pelados los montes y las l oma s , que en otro tiempo negreaban por la mul t i tud de
árboles y arbustos. N o hay duda que se cultiva hoy en el reyno doblada tierra que
al principio del siglo j pero tampoco la hay en que la mayor parte de estas nuevas
adquisiciones está plantada de algarrobos, ol ivos , almendros , viñas y moreras. L a s
podas que anualmente se hacen en morerales y viñedos abastecen de leña los vecinos
que los cultivan , como vemos en las Riberas del X u c a r , y huerta de Valencia.
Las de los olivos y algarrobos darían mas leña y gruesos ramos para carbón si los
labradores conociesen su Ínteres propio , y si cortasen cada año los ramos inútiles:
la cosecha sería entonces ma yor y mas segura, y cesaría la necesidad de buscar
alimento para el fuego en los sitios incultos. Solamente se ha disminuido la cant i -
dad de leña en los campos que hoy sirven para granos. Pe ro aunque es muy grande
la extensión que estos ocupan , quedan todavía en el reyno mas de 200 leguas
quadradas, que son los montes, incapaces de cultivo ; los quales al principio del siglo
estaban cubiertos de pinos , carrascas, enebros y varios arbus tos , cuya espesura
se penetraba con bastante dificultad. A l paso que se multiplicaba nuestra especie y
la agricultura , se rozaban y talaban los cerros y las faldas de los mont e s , sin cuidar
jamas de replantarlas. Rena c í an cada día las necesidades, mas no los árboles
ni arbustos ; y no hallando al fin bastante leña en los retoños , arrancaron hasta
las raices. Otros enemigos formidables hacían con freqüencía estragos en lo interior
de los mont e s , y sitios aparrados de poblado. L o s pastores las mas veces para l o -
grar mejores pas tos, y algunas por malicia , quemaban y destruían en una noche