se cogen anualmente 291700 cahíces. Cantidad enorme si se compara con el
valor que resulta; pero despreciable sí se cuentan las víctimas humanas que se sacriiican.
Asciende el valor total á 43 millones, 755© reales. ^Pero qué es esto
en comparación de la salud que se altera j de las vidas que pierden tantos millares
de hombr e s ; de la felicidad, de la poblacíon, de las riquezas que se pierden ?
Examinemos estos puntos para interesar los corazones á favor de la humanidad
contra los enemigos que la persiguen y oprimen tantos siglos hace.
I I I . La naturaleza del arroz que necesita para fructilicar lagunas y calores; el
estiercol y las plantas que se corrompen para que el suelo dé abundantes cosechas;
la multitud de insectos que se reproducen en sitios pantanosos, dexando allí sus
excrementos y cadáveres; este conjunto de poderosas causas con el agregado de
las partículas salinas que suministra el ma r , deben causar un desorden en la economía
animal de los vivientes. E n invierno apenas se advierten enfermedades por
la obliqüidad de los rayos del sol , y por descansar entonces la naturaleza. Hácese
mas sensible el fuego solar en la primavera , y empiezan á levantarse humedades,
las mas veces inocentes y sin olor. Crece el calor á medida que el sol se acerca al
solsticio, y entonces se aumenta la fermentación, se descompone la multitud de
varios cuerpos que existían mezclados en aquel suelo cenagoso , y las emana -
ciones son mefíticas por el azufre, sales y aceyte fétido que contienen. Int roducidas
estas en la economía animal vician el movimi ento , y alteran el equilibrio
de los fluidos; mientras que la excesiva humedad que entonces reyna ocasiona cierta
torpeza y fatiga en los sólidos; de mo d o que se altera el color de los hombres,
y se manifiestan tercianas, que con el tiempo aumentan de fuerza y de malicia.
Crecen despues las noche s , y refrescan sin disminuirse el calor del día ni la masa
de vapores y exhalaciones. Suben estas durante el d í a , y vuelven á baxar por la
noche , haciéndose cada día varias precipitaciones naturales. Disminuye en fin el
calor, y no pudiendo subir aquellas á igual altura, se quedan amontonadas en la
atmosfera que respiran los hombres. E n este tiempo se suelen hacer continuas las
calenturas ; adelanta el otoíío, y adquieren cierta malignidad que parece pestilencial
í todos se resienten del desorden de la atmósfera; pero los forasteros reciben
impresiones mas sensibles, y llevan á sus tierras el veneno que los mata.
112. Esto ha sucedido siempre en los sitios pantanosos y lagunas; por lo qual
los autores antiguos y modernos encargan que no se edifiquen habitaciones en sus
cercanías, y que se evite respirar la atmósfera que las cubre en verano y otoño.
Es cierto que las lagunas artificiales del reyno de Valencia no tienen aguas muertas,
verificándose siempre en ellas algún movimi ento, bien que l e n t o , y que por lo
regular apenas se percibe en la superficie inundada. Quedan por esta razón muchas
porciones en cada c amp o , cuyas aguas se pueden reputar muertas, y en todos
una cantidad enorme que descansa sobre c i eno, y que exhala nubes continuas de
vapores. Estos por solo el calor que tienen son un principio de corrupcíon , y por
los cuerpos extraños que admiten ó encadenan aumentan los estragos en la salud.
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Muchas poblaciones están tan cerca de los arroces, que parecen flotar sobre las
balsas. Allí vive una porcion considerable de hombres. Digámoslo me jor , muere
allí lentamente nuestra especie. Pocos se hallan que pasen de 60 años, y menos
aún que estén recios y de buen color. Si en J u l i o , Agosto y Setiembre tiene alguno
valor para registrar aquellos lugares y habitaciones, verá con freqüencía rostros
pálidos, descarnados y abatidos ; infinitos con calenturas y sin fuerzas ; má -
quinas en fin que se desmontan y perecen. Si registra los libros parroquiales, sabrá
que muchos son advenedizos, que reemplazaron las pérdidas del vecindario ; que
pocas familias se reproducen ; que el número de muertos asombra ; que el de nacidos
disminuye ; que desaparecieron de aquel suelo varios lugares ; que allí reyna la
miseria , las enfermedades y la muerte.
113. Los preocupados á favor del arroz dirán que esta pinmra no corresponde
al original, y que es efecto de un falso zelo por la humanidad ; pero consultemos
los hechos y la razón. Según los estados adjuntos consta que desde 1730 hasta
1787, esto e s , en el espacio de 57 años, se hallan en las poblaciones de arroz
cerca de i 6 8 individuos ménos que en las sanas de igual número de vecinos que
no cultivan esta planta. Porque en dichos 57 años en los pueblos de a r roz, que
componían 2922 vecinos, se verificaron 36248 nacidos, y 39595 muertos ; y
en los pueblos sanos de igual vecindario hubo 42022 nacidos, y 29630 muertos.
L a diferencia de nacidos es de 5 7 7 4 , y la de los muertos de 9965 á favor de
los pueblos sanos , y por consiguiente se malograron en las tierras de arroz 15739
individuos de nuestra especie. N o deben parar aquí las reflexiones para descubrir
todo el daño ; conviene ademas atender al aumento ó diminución de las poblaciones.
Los 2923 vecinos cultivadores de arroz llegáron en 57 años á 3162 ; y en
los pueblos que no cultivaron dicha pl ant a , igual número de vecinos se multiplicáron
hasta 5481 . ¡Qué contraste de poblacíon y de nacidos en estas dos
porciones del reyno 1 E n mas de medio siglo solamente resultan 240 vecinos de
aumento en las tierras de arroz ; mas ni este corto número es positivo, porque
consta que en aquellos 5 7 años entráron infinitas familias forasteras, de las qua -
les en 1787 existían aún 1879. Quedaban por consiguiente del vecindario antiguo
solas 1043 f'iiTiilias. Observemos en fin para concluir la pintura de este triste
suelo, que el estado de muertos que resulta en los pueblos de arroz no puede
explicar todas las víctimas sacrificadas al ídolo de oro en apariencia. El gé -
nero de trabajos que exige el arroz pide muchos brazos en pocas semanas , sin
quedarle al propietario la elección de sugetos, ni el poner precio á los jornales.
Saben muy bien estas condiciones muchos infelices del r e y n o , y gran número de
los de Ar agón y Mu r c i a , por lo qual de todas partes acuden á ganar mucho en
poco tiempo , exponiéndose á enfermedades. Contraenlas muchos que despues restituidos
á sus tierras consumen los ahorros en curarse, pagando no pocos con la
vida, cuyo número aumenta el de los muertos en derras sanas, y disminuye el
que debiera atribuirse á los arroces, puesto que ellos fueron la verdadera causa.