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los vegetales. H e visto pruebas de esta maldad en los montes de En g u e r a , de P e -
ñagolosa , del P i n é c , sin que los dclinqüentes hayan sufrido la pena merecida.
Finalmente algunos con apariencias de utilidad pública han disminuido los bos -
ques útiles : piden licencia para reducir iá cultivo parte de ellos ; luego hacen un
roce general de ¿árboles y arbustos con virtiéndolos en cenizas » aran despucs la tierra
, cogen granos por algunos años , y mu y pronto la abandonan , resultando de
allí la destrucción del monte sin aumento del cultivo.
1 7 7 . Au n q u e los árboles y arbustos se crien con mas fuerza en lui suelo favorable
que en otro menos grato , no hay monte ni tierra donde no crezcan los
vegetales, como no entre el g anado, d la mano destructora del hombre. A s í vemos
espesos bosques al lado de terrenos desnudos , quando estos se abandonan, y aquellos
se guardan con vigilancia. El carrasc.il de A l c o y , en donde nadie puede entrar
á cortar leña , está cubierto de carrascas , arces, fresnos y otros árboles , mientras
que en los montes contiguos solamente se ven peñas y tomillos. Ent r e A s p e
y El c h e apenas crecen xaras hasta el corto recinto de Ca r rús , donde se ven robustos
p ino s , porque hay aquí guardas que los cuiden. Quantos nacen en las cer -
canías de aquel coto perecen á manos de los que buscan leña para las poblaciones.
Solamente conservan pinares , carrascales y monte baxo los pueblos de corto
v e c inda r io, y de dilatados términos. Supuesto pues cjue los mont e s , cerros
y tierras incultas pueden poblarse de árboles , arbustos y ma t a s , el único medi o
para plantarlos y perpetuarlos será la prohibición de introducir aUi g anados , y de
que los hombres entren á destruirlos. Pe ro como sería dura y aún perniciosa una
prohibición gene ral , porque padecerían los ganados tan necesarios á la agricultura,
y quedarían infelices muchos pueblos , convendría que el término inculto de cada
uno se partiese en seis par tes , dexando cinco para pastos y l eña , y destinando á
plantíos y bosques la sexta , en la qual por ningún título se habla de consentir que
entrasen ganados ni cortasen leña por espacio de ocho años , hasta que los árboles
y arbustos hubiesen tomado bastante fuerza. Pasado este tiempo podría permitirse
cortar el monte baxo , descargar y aclarar los árboles , presidiendo á esto los Inteligentes
que nombrase el Ay unt ami ent o : podrían también entonces entrar los ga -
nados , y quedar ya libre aquella sexta parte del término , cerrando otra por igual
número de años para repetir en ella lo que en la antecedente , y sucesivamente en
las otras restantes. De mo d o que en medio siglo pudiera hallarse plantado todo el
reyno. Para asegurar esta operacion convendría que los Al c a lde s y Ayunt ami ent o
exigiesen multa» á los transgresores, y que aquellos las pagasen quando no pareciese
el delinquente. Debiera guardarse ma yor circunspección en dar licencias para
romper eriales y reducirlos á cul t i vo , porque pocos se proponen el bien públ ico
por objeto , y mucho menos el de las generaciones venideras.
178. A tres quartos de Canal s hácía poniente se halla Mont e s a , villa d é l a
Orden de su nombre. Es tá situada al mediodía y en la falda del monte septentrional
del valle á bastante altura. E n 1 2 8 9 se establecieron al l í , y en lo que entdn-
[ 2 = 9 ]
ees era alquería de Va l l a d a , 1 2 0 familias Ar a gone s a s , que compráron á D . A l o n -
so I I I de Ar a g ó n por i8© sueldos ' las casas, montes , valles , aguas y vegetales
del término. Se aumentáron aquellas familias por espacio de quatro siglos hasta las
guerras de sucesión, que fueron la ruina de Montesa. Sostuvo esta con valor y
lealtad el partido de Fe l ipe V , y por esto la quemaron y asoláron los contrarios.
Viéronse los principales labradores de Montesa precisados á hui r , perdieron sus
bienes, y no tuviéron muchos de ellos la dicha de volver á su patria : cesáron después
las turbulencias, respiró y se repobló la villa , se aumentó la agricultura , y
quando á la mi tad de este siglo empezaba la felicidad , vino aquel espantoso terremoto
que asoló el casdilo , y causó tantas desgracias en los pueblos Inmediatos al
monte. Coronaba el castillo una altura del mo n t e , situada al norte de la villa y
á unos 500 pasos de distancia ; el arte había añadido nuevas fuerzas á las naturales
de aquel sitio cortando á pico las a v enida s , y dexando un solo paso por un
puente levadizo sobre un foso de 18 varas. Er an formidables los muros y todas
las obras de defensa : en la plaza de armas podían formarse ad hombr e s , y al rededor
de ella estaban los quarteles y demás oficinas militares : seguíase el palacio
del Maestre , y últimamente el convento y la Iglesia de la Orden. Mi raba la Iglesia
al mediodía , y sus gruesos muros subían sobre los cortes del monte , siendo
por este rumbo lo último de la obra. Un Sábado , que fué el día 23 de Ma r zo de
174B, después de repetidas y furiosas lluvias á las seis y quarto de la mañana tembló
el monte , siendo las vibraciones de norte á sur j continuáron estas por algunos
segundos, y desquiciando aquel soberbio edificio , se desplomáron las paredes, c a -
yéron los techos, y se levantó una espesa nube de p o l v o , que anunció la desgracia
á los pueblos vecinos. El estrago fué mayor en la I g l e s i a , por ser la última de las
obras hácía el sur , y sus ruinas enterráron á quatro Sacerdotes que celebraban , y
á siete novicios que servían. Ot r o que se preparaba para celebrar y estaba debaxo
de uno de los arcos fué testigo de aquella catástrofe , viendo morir á sus c ompa -
ñeros , y caer á su rededor cantos y tierra , que poco á poco le cubriéron. Sacáronle
en el mi smo dia mu y las t imado, y vivió hasta el 2 de Ab r i l . Es t e se llamaba
D. Ra f a e l Pisá. T amb i é n muriéron otros individuos de la comunidad que
no se hallaban en la Igles ia, y se salvaron seis Sacerdotes cjue estaban en sus quar -
tos : fué uno de estos D . Joseph Ramí r e z , que apénas advi r t ió los vayvenes de la
fábrica se puso en el hueco de una v ent ana , de donde salió despues de la tormenta.
Ol v idando entonces su propia conservación , fuése por los quartos y socorrió á
varios de sus hermanos ; quiso avisar á los de Montesa para que subiesen á asistirle
, y hallando destruido el puente levadizo , se descolgó por una cuerda : contóles
la desgracia, y les enseñó el c amino, volviendo á subir por la misma cuerda. C o n -
tinuaban y se sucedían los temblores aunque de poca fue r z a , pero en medio dé
I En el archivo de la villa de Moiitesa se c on- los i 8 § sueldos , y Escritura autorizada por R a y -
servan aún los documentos de carta de poblacion, mundo Andr é s , Notario de Xá t i v a , en 17 de N o -
repartimiento de tierras y casas , carta de pago de vienibre de 1289.
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