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114. No sé como hay hombres que se obstinen en sostener el cultivo del
arroz , siendo tan pernicioso á la salud pública. Por lo regular los mas zclosos son
los que se ponen al abrigo del contagio, saliendo i vivir fuera de los pueblos en los
meses peligrosos, que son Junio , Julio , Agosto y Setiembre. Estos claman por
el cultivo de la planta que no cultivan -, estos exageran las utilidades del Estado,
al que en realidad anteponen las suyas propias} estos miran con indiferencia la miseria
, las enfermedades , y la muerte de nuestros hermanos. Ven la poblacion , riquezas
y salud de la huerta de Valencia, y no quieren confesar que el arroz solo
priva á las Riberas de semejante dicha. Saben que la proscripción de esta planta
produxo efectos admirables en la Plana , y pueblos situados al norte de la capital}
que en las riberas del Turia renació la salud, se doblaron los frutos y vivientes
desde que se prohibio dicho cultivo, y no quieren atribuir i aquella sabia providencia
la feliz mutación que se observa. Si algún inteligente en agricultura pondera
á los de la Ribera alfa la excelencia del suelo que poseen, y las aguas abundantes
con que les favorecí© la Providencia, muy pronto responden que aquella
bondad es aparente } que la tierra rehusa todo fruto} que los granos se crian con
lozanía hasta espigar, sin consumar felizmente su carrera ; que la seda los arruina
torciéndose las cosechas } que las nieblas y la humedad son enemigos poderosos é
invencibles ; finalmente que aquellos campos solo son útiles para arroz, y que la
prohibición de esta cosecha sería la ruina y la miseria de los vecinos. Este es el
lenguage común, y este mismo era el de las riberas del Turia quando cultivaban
arroces los de Ribaroja, Villamarchante, Benaguacil , Pobla, Manises y Paterna.
El zelo infatigable de D. Julian Trezzi , y de otros amigos de la humanidad consiguió
la proscripción del arroz, á la que se siguieron inmediatamente los efectos
citados en su lugar. No niegan los de la Ribera estos hechos ; pero pretenden que
la calidad del suelo no es la misma en las Riberas del Xucar y del Turia. Este es
un error maniliesto , y se convence por la simple inspección de aquellas tierras. En
ambas Riberas se compone el suelo de marga arcillosa roxa, mas d menos mezclada
con arenas : en ambas fué secano árido hasta que el arte y la industria traxéron
aguas de los rios vecinos para reducir á huertas los secanos. Los campos contiguos
á las huertas, aquellos que por sobrada elevación no pueden lograr riego , se
conservan actualmente en su ser primitivo. La acequia del Re y en las inmediaciones
de Antella y de Gavarda, y los sitios altos del término de Ribaroja demuestran
esta verdad : allí se crian robustos olivos, algarrobos y viñas en un suelo
árido , semejante en color y naturaleza á los inmediatos al riego. No es la calidad
del suelo la que produxo en la Ribera alta del Xucar tanta multitud de
juncos, eneas y carrizos, sino la copla de aguas derramadas por los campos. Los
efectos del arte, dirigida por la codicia , han alterado la naturaleza del suelo hasta
borrar muchos caracteres. De aquí nace que los labradores, que se imaginan inalterable
la naturaleza aparente de los campos, se conmueven é irritan quando oyen
decir que el cultivo del arroz es pernicioso, y que debiera prohibirse. Confiesan
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estos pobres que viven enfermos y con miseria, pero creen que esta llegaría al colmo
, y que luego morirían como se proscribiese el arroz. La actual generación con
dificultad tiexará las preocupaciones que mamo con la leche. Es esto tan cierto que
en las riberas del Turia, donde cesaron las epidemias, nació la salud, la fertilidad
y la abundancia, aún quedan hombres preocupados que desean se revoque la sentencia
} hombres que llegan á prorrumpir en las voces de vuelva el arroz , aungiis
yo muera. Nunca permita el Gobierno, ni quiera Dios que se introduzca de nuevo
un enemigo tan terrible de la salud y de la humanidad. El exemplo de estos pueblos}
la mutación feliz y casi repentina que se observó y aún dura en la pureza de la
atmósfera, en la salud de los vivientes, en prolongar estos sus vidas, y reproducirse
dichosamente; la fertilidad en fin de los campos debe destruir toda preocupación.
Quítese enteramente el arroz de la Ribera alta del Xucar} confínese en
los sitios naturalmente pantanosos y en los inmediatos á la Albufera, cuidando
que disten media legua de poblado, y muy presto se verán saludables efectos. La
salud pública debe ser la ley suprema que ponga límites á la codicia, y que ataque
los abusos y errores hasta destruirlos. El error mas común y poderoso entre
los defensores del arroz es creer que esta cosecha es la mas útil, y que jamas se
podrá reemplazar con otras ? pero en asuntos de agricultura la experiencia debe decidir
y dar la ley. Por fortuna hemos visto que en las riberas del Turia desde que
se desterró el arroz han doblado los frutos, contados hoy día al mismo precio
que en el año 1769. Lo mismo sucederá en las del Xucar quando desaparezcan
los cenagales y el arroz.
115. Queda ya probado que el arroz perjudica i la salud, y que las tierras
destinadas á su cultivo en la Ribera alta son capaces de dar preciosos frutos, y de
mayor valor. Quiero ahora suponer que ni el cultivo del arroz daña á la salud , ni
hay otras cosechas que puedan reemplazarle con utilidad conocida} y voy á demostrar
que su cultivo perjudica al mteres general del reyno , y por consiguiente al del
Estado. Las verdaderas y sólidas riquezas han sido y serán siempre las que nos
dispensa la agricultura. A medida que se aumenta el número de campos bien cultivados
, se aumenta también la suma de frutos, los quales llegan al colmo quando
el arte y la industria se aprovechan de todos los medios que ofrece la naturaleza.
Las aguas en el reyno de Valencia son el principal agente que ha convertido
los eriales en jardines, y los sitios ántes abandonados en perpetuo manantial de
riquezas: estas aumentarán al paso que se aprovechen los desperdicios de las aguas,
sin consumirlas inútilmente. El mayor enemigo de esta economía es el arroz:
siempre sediento , admite y malgasta caudales preciosos, que distribuidos de otro
modo multiplicarían los productos. Veamos, pues, y comparemos las aguas del Turia
y del Xucar} lixemos con precision el uso que de ellas se hace, y notemos
las utilidades que resultan. Diximos arriba que el caudal del Turia en el verano
quando sus aguas corren claras y sin aumento, es de i 28 filas, con las quales se
riegan 232922 hanegadas de huerta} por consiguiente cada fila debe regar algo