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sin que s en todo tiempo cubierta (le nieve e verifique la habitan
en estos parages ni aun las aves.
En sus batallas pelean a pié, dejando á las mugeres en custodia
de los caballos, y se ponen unas como camisas de hombre con
mangas cerradas, hechas de diez ó doce cueros de venado, bien
sobados, que no los puede pasar el sable ni la daga. En la cabeza
se ponen una especie de sombrero, ó casco hecho también de cuero
de buey ó de caballo, con cuyos resguardos procuran tirarse las
cuchilladas á las piernas por ser mas fácil herir en ellas, cortando
las botas. Son muy firmes y constantes en la batalla, y no la
dejan, una vez que entran en ella, hasta ser vencidos 6 muertos.
Usan también de las bolas, y todo partido que es vencido, ordinariamente
son muertos, porque se ensangrientan de manera que
ninguno huye: y esta es la causa de no ser mucho mas poblados
estos terrenos, porque las mugeres son muy fecundas, y padecen
muy pocas enfermedades.
Los toldos los ponen clavando en tierra dos palos de dos ó tres
varas de alto, y una y media distantes uno de otro ; al lado de cada
palo, y á igual distancia clavan otros dos mas cortos, y al O de los
seis, clavan otros seis mas cortos a la misma distancia, y al O de
estos con igual distancia otros seis de poco mas de media vara de
largo. Sobre estos diez y ocho palos eclmn el cuero con el pelo pai-a
afuera, y lo aseguran á las cabezas de todos los palos, de los cuales
cuelgan como cortmas de cuero por dentro, que forman las divisiones
según las necesitan, attodolas de alto abajo a los mismos palos á
manera de mamparos firmes : por afuera Uega el cuero hasta el suelo
por el NO y S, dejándole siempre la puerta al E de toda la anchura
del toldo, el cual queda como si fuese una cueva ovalada. A la
puerta no se le pone cosa alguna con que cerrarla, sino en el rigor
de los yelos, que la tapan, colgando de ella otro cuero. Las separaciones
interiores las acomodan desde el centro hasta el fondo para
cada matrimonio, y los hijos y demás famiha y parentela duermen
todos revueltos en el resto, que queda franco hasta la puerta,
uniéndose aquí viudos, viudas, solteros, solteras, parientes, criados y
esclavos, y en fin, cuantos dependen 6 tienen relación con la cabeza
principal 6 amo del toldo. Las donceUas aqui, sin embargo de esta
ocasión, procuran, como queda dicho, guardar su virginidad, mientras
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tienen esperanza de casarse : pero si llegan à perderla se dan à cualquiera,
y tanto ellas como las vuidas pasan buena noche, acomodándose
indistintamente con el que primero se les acerca á dormir
con ellas.
Las querellas de los hombres dentro de una misma toldería se
deciden entre ellos à moquetes, sin que puedan usar para ello de
otras armas, ni que se atreva nadie á separarlos hasta que ellos se
rinden ò separan, y los demás están mirando, celebrándolos ó
riéndose. Las mugeres cuando riñen se están muy asentadas, diciéndose
palabras ofensivas, hasta que la una echa mano à deshacerse
las trenzas del pelo con mucha flema, lo que igualmente hace la otra
con la misma, continuando en los improperios : y en teniendo ambas
el pelo todo suelto, se lo sacuden, se levantan y se arremeten furiosas,
dándose buenos tirones de él, en que se quitan una á otra cuanto
pueden sacar, enredado en las uñas, y las demás mugeres y hombres
se las están mirando, sin que se atreva nadie à separarlas ; hasta que
ellas mismas se apartan en estando cansadas, y se quedan tan
amigas de resultas de esto, como si nunca hubiesen reñido, permaneciendo
todo aquel día con el pelo suelto : y en la querella no
pueden darse como los hombres moquetes, ni tirarse k romper el
vestido, sino solamente el pelo, siendo de lo contrario corregidas de
las circunstantes espectadoras. En tiempos de duelo, en marchas,
en dias de mucho viento, muchos fríos ó heladas, se pintan el rostro
de negro ò morado, tanto hombres como mugeres, para que no se
les corte el cutis.
Generalmente tienen estos indios índole muy dulce è ¡nocente, y
me tomaron tanto afecto y trataron con tanta sencillez, principalmente
el cacique de San Julián, que si hubiéramos tenido caballos
bastantes, pienso no quedarla un palmo de aquellos terrenos que no
pudiese registrar en su compañía.
ANTONIO DE VIEDMA.
Buenos Aires,
10 de Diciembre de 1783.
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